lunes, 30 de agosto de 2010

El camino

Creyendo que llegaría a algún sitio, por el camino de la venganza se decidió enrumbar. Con la espada aún ensangrentada y temblando de ira gritó...

Muchos años atrás su padre había sido vencido, su padre el invencible no fue derrotado en combate, lo cual hubiera sido motivo de honra, fue vencido por la traición de su amo. En las luchas de poder a veces se toman acuerdos por encima de los intereses de los gobernados, su aldea fue arrasada mientras él observaba con impotencia, eran los samurais de su propio amo. No se atrevió a levantar la espada en su contra y murió con su honor intacto, juró lealtad y aunque no comprendía la razón dejó que tomaran su vida y la de su familia, excepto la de su hijo mayor que se encontraba en un pueblo vecino.

Cuando regresó a su casa todo era desolación e imágenes que quedaron en su mente grabadas con fuego como la marca del hierro caliente en el cuero, su padre aún vivía y con una voz temblorosa le pidió que lo ayudara a ponerse de rodillas luego lentamente y con una voz pausada le dijo: ''eres libre y no sirves ya a ningún amo, olvida tu nombre y tu pueblo, sigue por el camino justo pero haz tu propio camino también, nunca dejes de escuchar a tu corazón ya que es la voz que siempre te dirá la verdad aunque tus oídos ya no escuchen. Esta espada es tuya y tiene su nombre propio, será una extensión de tu brazo y la voz de tu corazón. Vive, vive hijo mío y no te dejes vencer jamás!'' Luego tomó la espada y la hundió bruscamente en su vientre, con su último aliento de vida acarició suavemente el rostro de su hijo que lo contemplaba atónito, le tomó su pequeña mano y la oprimió junto a la suya en la empuñadura de la espada.

Quiso ser el mejor y dedicó años, meses, días, horas, minutos y segundos enteros a perfeccionar el arte de su propia guerra, una guerra cuyo propósito ya casi había olvidado. Se unió a los enemigos de su antiguo amo, creció y aprendió con ellos el arte de la espada hasta que por fin llegó el momento.

Ese hombre viejo suplicaba de rodillas por su vida, a su alrededor estaban muertos más de diez hombres que lo protegían, esa noche tomaron su fortaleza y su nuevo clan le encargó la misión de acabar con aquel hombre; nadie sabía lo que eso significaba ya que como su padre le pidió olvidó su nombre y su origen.

Había esperado tanto por ese momento, lentamente la hoja de su espada se ocultó en la funda, el anciano sonrió tranquilo, sus súplicas fueron escuchadas. Le había ofrecido mucho dinero por permitirle vivir y traicionar a los suyos. Su voz opaca y sin ninguna emoción habló: ''una vez que quitaste todo y hoy me lo regresas, te lo agradezco'', luego un destello salió de su cintura y se clavó en el pecho del viejo, con lentitud terminó de hundir la espada hasta la empuñadura como si intentara acabar con su alma también y mirándolo muy de cerca a los ojos vio como la vida los abandonaba así como abandonaba también muchos de sus propios recuerdos. Retiró la espada con rapidez y en un mismo movimiento separó la cabeza con el semblante espantado de los hombros antes de que el cuerpo sin vida tocara el suelo.

...gritó otra vez pero solo entonces se permitió llorar, lloró porque ahora servía a otro amo, un amo con mil rostros que le pedía más y más sangre para justificarse y para callar a un alma que solo quería llorar, un alma que había decidido recorrer su propio camino aunque no supiese hacia dónde lo llevaría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario