viernes, 29 de diciembre de 2017

Un ser de luz

Desde los recuerdos del pasado convergieron pensamientos, amarillo, rojo, azul, naranja, verde y violeta...

Siendo muy joven aún el samurai practicaba con su maestro, las habilidades del joven samurai eran notorias, su empeño y dedicación alimentados por el fuelle de la venganza fueron forjando a un impresionante guerrero. Su maestro pensaba que sin duda estaba ante alguien notorio.
Las espadas chocaban con fuerza y cada vez con menos respeto, los cuerpos esquivaban los destellos cada vez más cercanos. El maestro miró fijamente al joven, en sus ojos brilló una luz intensa, ya no era una práctica o un juego. Los demás estudiantes dejaron su práctica para observar, sus ojos mostraban asombro y desaprobación por la falta de respeto: un alumno nunca reta a su sensei con la intención de vencerlo.
El joven samurai pensaba en su próximo paso, cada golpe buscaba herir, destruir. Cada gesto mostraba su convicción por iniciar la nueva lucha que lo llevaría a ser el más fuerte. Con un golpe arrancó la espada de las manos de su maestro, oh dulce victoria, su mirada siguió el recorrido de la espada y mientras su rostro enloquecido saboreaba su triunfo un golpe seco sacudió su cabeza y cayó desvanecido. Al regresar la luz la marca de la espada corta de su maestro se dibujaba en su rostro, mientras se descuidó un instante al ver volar el metal su maestro sacó de su cintura su espada corta aún en su funda y golpeó con fuerza la cabeza del joven.
Avergonzado se arrodilló y ofreció su derrota al maestro, éste lo miró con tranquilidad y dijo: la fuerza de un guerrero está también en su ingenio, a veces ofrecer una aparente conquista te puede dar la victoria, al entregar mi principal arma descubriste tu principal debilidad. En el corazón de un guerrero debe de arder el fuego y la inteligencia.


Meditaba solo en aquel paraje de muerte, siempre al concluir una batalla se quedaba como ausente mientras su alma terminaba de saciarse con aquella lluvia roja. La sangre sobre su rostro se secaba lentamente formando tenebrosos dibujos que se agrietaban con cada respiración.
En aquel silencio de muerte un halo de luz traspasó el cielo y golpeó el suelo a sus espaldas, poco a poco tomó forma humana, una figura de luz con su espada de fuego rompió el silencio, lo llamó por su nombre. El samurai giró lentamente y lo miró sin asombro, con los ojos de quien siempre espera su muerte, a qué has venido? -dijo-, el ángel extendió sus alas blandiendo su espada: a mostrarte el fuego intenso del vacío que tus muertes han creado para tí.

El samurai golpeó con furia, para cada movimiento el ángel tenía una respuesta. Cada golpe de aquella espada de fuego incendiaba sus heridas, brotaba sangre de sus manos calientes y sus fuerzas se agotaban, como nunca estaba siendo combatido y como una hoguera en medio de una incipiente lluvia sus fuerzas se fueron agotando hasta dejarlo postrado de rodillas, clavó su espada en el suelo en señal de derrota, su sangre bajaba por el cuerpo y recorría el suelo como raíces de un macabro árbol ya extinto, el dolor inundaba sus sentidos hasta ahogar sus latidos, su respiración agitada emanaba un vapor sangriento. Inclinó su cabeza y esperó su muerte.
El ángel lo miró con compasión y preguntó: alguna vez quisiste cambiar? el samurai no respondió. Entonces tomó el ángel su espada con ambas manos levantándola sobre su cabeza, el último golpe que descargaría la justicia sobre aquel terrible ser... el samurai tomó su espada corta rápidamente, un rayo de luz perforó el pecho del ángel luego tomó su espada clavada en la tierra y el halo de muerte cruzó el espacio.

La tierra tembló y el cielo se oscureció, muchos ojos desde fuera de éste mundo pusieron su mirada en aquella figura ensangrentada. Una fuerte lluvia empezó a caer apagando el ardor de su cuerpo y lavando el rojo del metal brillante.


-Que si quise cambiar?-

...claro que si pero siempre fracasó. Ese terrible monstruo de ira lo devoró lentamente, haciendo tornar sus pensamientos en confusos momentos de niebla, lo que fueron sueños se transmutaron en una nube de humo cargada de desesperanza y violencia. Alguna vez su corazón estuvo lleno y cuando quiso dar por satisfecha su sed y locura, quiso enfundar su espada y regresar a casa una voz lo detuvo, era una voz con un rostro, el rostro de uno que ya había abandonado ésta tierra, el rostro que quiso ocultar la venganza y que nunca más lo abandonaría, un rostro que fue agregando cabezas porque lo cierto es que la venganza nunca se dio por satisfecha ya que en su búsqueda olvidó quién la buscaba y se transformó en solo el instrumento, en el destello de luz que silenciaba las voces, que convertía ese bullicio desconcertante en un macabro vacío y ausencia. Su mal lo consumió hasta transformarlo en esa víctima de su propia violencia, en un ser cargado de recuerdos confusos y pasajes que justificaban su búsqueda y que en muchas ocasiones le daban la respuesta. Cuando el presente es un infierno hasta el alma más vil busca refugio en los momentos que le dieron calidez y seguridad porque eso es lo que el ser humano reconoce como hogar, que reconoce como el sitio al que puede regresar seguro aunque sea solo una ilusión. Hasta el ser más atormentado sueña de vez en cuando con la paz y la calidez aunque él mismo sea el culpable de su destrucción; culpa? será acaso la culpa?

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